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El Feto

Pocas semanas después del desastre, un trompetista solitario
vagaba por las calles maltrechas de Nueva Orleans en aquel
septiembre de 2005. La música de su instrumento lloraba la pérdida
de su compañera. Desde que el monstruo de aire y agua se la
llevara nada se sabía de ella. El trompetista organizaba su día en
dos mitades. En la primera acompañaba a los equipos de rescate
en busca de alguna pista de Isabella. Al caer la noche, pasaba la
otra mitad de su tiempo intentando ganar unas monedas que a
duras penas llegaban, procedentes del que quisiera escuchar y
ayudar.
Las esperanzas del trompetista morían un poco cada día. Maldecía
a todas horas con sus ojos inyectados en rabia. Si el Cuerpo de
Ingenieros del Ejército de los EEUU hubiera construido
correctamente los diques que protegían la ciudad, Isabella estaría
ahora acompañándole con su clarinete. Y aunque no ganaran
mucho dinero, juntos serían ricos.
Una de aquellas interminables noches, al fin, el trompetista tuvo
noticias de Isabella. Uno de los efectivos que intentaban reducir los
efectos trágicos del Katrina fue corriendo en su busca.
– ¡Amigo! ¡Amigo! ¡Ven! ¡Deprisa! – el trompetista dejó todo en su
esquina y salió corriendo. Cuando llegó al encuentro de su
compañera, su gozo terminó con meses de angustia. Allí estaba,
sana y salva. Y no estaba sola.
La felicidad inundó sus pupilas cuando vio que los efectivos de
ayuda no habían salvado una vida…
…sino dos.
Chesku Jimenez Andrade-Saquete
chesku.jimenez@gmail.com
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