29 Jul El Corazón
En el principio del tiempo se subastaron los sentimientos. El evento tocaba ya a su fin y todo el mundo había adquirido el suyo: el rencor fue para un hombre con la autoestima por los suelos; el odio para el más débil de la sala; compró la vanidad una persona solitaria; la pereza se la llevo un pesimista, casi sin querer.
La puja más reñida fue por el egoísmo, que se llevó un hombre agresivo, haciendo, por cierto, mucho daño a su alrededor… La mentira fue para alguien que cambió sus datos al entrar. Obviamente fue expulsado tras pagar la cuenta.
Solo quedaba a esas horas un sentimiento por vender. La apuesta comenzó tímida. Todos hacían números que no salían, bien parecidos en sus trajes y vestidos de noche. Dudaban, se atusaban el pelo inquietos, discutían formas de pago y pactos que no iban a ningún sitio. Nadie se decidía, hasta que una manita levantó su cartelón con la cifra más alta.
Insuperable: la libertad fue para ella.
A la salida, la prensa se agolpaba alrededor de una niña de cinco años: – ¿Cómo lo conseguiste?
– Fácil – explicó ella – Pregunté a mi corazón, que no entiende de dinero, ni de matemáticas. Tampoco sabe de galas o de gomina. Y mucho menos de miedo.
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