Conversación, discusión entre dos o más, entre la escena y tú a través no sólo de las lenguas del mundo. Un títere que sorprende, siluetas del alma emergiendo de un foco frontal, la danzante expresión de una emoción o la esencial acrobacia de estar vivo. Son idiomas propios. Así nace la magia de reconocerse en el otro, de comunicar y comunicarse. Y en liza el amor, la locura, el odio o la rabia. Las lágrimas, el orgullo, la ansiedad o la risa. Sufrir una espera, tragar la desgracia, un sueño alcanzable. Las ruinas que te acompañan y los nuevos comienzos.

El Diálogo no ocurre únicamente en el mismo espacio temporal. El cimiento sobre el que se construyen las artes escénicas tiene un origen que se remonta a la antigua Grecia, personificado principalmente en cuatro autores de referencia cuyas obras siguen, hoy en día, más vigentes que nunca: Esquilo, Sófocles y Eurípides, maestros de la Tragedia, y Aristófanes, máximo exponente de la Comedia.

Sus creaciones, centradas en los conflictos del ser humano o su relación con el destino y los dioses, nos siguen enviando mensajes directos, siguen hablando a una sociedad que debe ser consciente de sus propias miserias y que está llamada a vivenciar en la escena sus miedos, sus defectos y las emociones que rigen el alma.