Cada día al caer la tarde, un joven artista trabajaba al calor de la mesa camilla de su abuela. La plumilla vibraba en sus manos y sus ojos ávidos brillaban lanzados sobre el papel, en el cual se iban trenzando mil historias encerradas en 210 x 297 mm. No existía el tiempo. Todos los relojes de la casa se detenían y en la cabeza del joven artista, la idea de crear era siempre la ganadora frente a necesidades banales como comer o dormir. Para él, lo importante era ser capaz de terminar sus láminas antes de que su abuela se acercara a él para decirle: “Venga, arrecoge esos Filtirés que vamos a cenar”…
La década de los 90 llegaba a su ecuador. La guerra del Golfo había terminado hacía unos años y Bill Clinton llegaba a la Casa Blanca; asistíamos al nacimiento del DVD, la muerte de Kurt Cobain y el estreno de El Rey León; nos conmocionábamos con la trágica muerte de Ayrton Senna, Maradona daba positivo en un control anti doping y Sudáfrica elegía por primera vez a un presidente negro: Nelson Mandela. Al tiempo que el mundo se hacía viejo caminando hacia el tercer milenio, el joven artista comenzaba a dar vida al Chamán de Pico, el Nidito de amor, la Abubilla o el Corazón.
Así, conectados pasado y presente, los personajes se desprenden de sus intrincadas láminas y nos cuentan lo hermosa que es la diferencia, las múltiples formas de amar, la importancia de ser libres o la necesidad de hacer de la tierra un lugar más habitable. Hoy, el Proyecto Filtirés – Todo lo que sentimos está conectado, es una iniciativa nacida para intentar entender el mundo, para sacar a relucir sus luces, y también sus sombras. Y lo hace desde su taller artesanal, situado en la calle Manuel Cancho Moreno, en pleno casco antiguo de Badajoz.
Con la tinta negra como lenguaje. Con el papel blanco como futuro.